Un día, el obrero, debido al estrés autómata y rutinario, del que padece constantemente, pierde los papeles por completo y termina creando el caos total en su entorno: todo lo concibe como un tornillo - producto de una histérica e incontrolable demencia pasajera. Después de recuperarse del ataque de nervios, regresa a la hostilidad callejera, sin trabajo, para verse injustamente acusado de promover una rebelión y es encarcelado. Una vez puesto en libertad, se encuentra con que la vida en la calle es dura y complicada; por lo que decide regresar a la cárcel… ¿”El cuerpo del delito”? Pues… ¡un trozo de pan! ¿El plan? Pues… inculparse a sí mismo del robo de un trozo del “cuerpo del delito.” En realidad, dicho cacho de pan ha sido, previamente, hurtado por una mendiga hambrienta, en busca de algo que echarse a la boca. Ambos terminan juntos, buscando trabajo, en medio de la depresión americana de 1930 - en la calle, sin presente, ni futuro.
De repente se le presenta una nueva oportunidad, al errante bohemio, y consigue regresar a la fábrica; aunque, la fábrica cierra sus puertas, por una huelga masiva de trabajadores, y éste se ve involucrado en un disturbio – durante la huelga; con lo cual es, de nuevo, injustamente encarcelado; se le imputa el delito de agresión a la autoridad - a un policía.
Al salir de la celda de castigo, se reencuentra con la mísera huérfana; y la susodicha le consigue un empleo estable de camarero, en la cafetería en donde la chica trabaja. Un día llegan los que están a cargo del orfanato - de donde ésta se fugó, por maltratos - y la echan el guante; aunque, finalmente, logra escapar, con la invaluable ayuda del “trotamundos.”
La escena final es: ella llorando desconsoladamente y él tratando de animarla para que recupere su sonrisa y no pierda la esperanza; mientras, se puede ver como sus dos figuras, unidas en el horizonte, se van alejando, poco a poco.
La película fue escrita, dirigida y protagonizada por Charlie Chaplin, en 1936 – durante la Gran Depresión.
“Tiempos Modernos” es una crítica directa a las injusticias y atropellos a los cuales se ven siempre sometidos los obreros en tiempos de convulsión económica, como los vividos en los años ´30. Y es que puede que la producción en cadena y la masiva industrialización experimentada a principios del siglo pasado hayan provocado semejante situación… la verdad es que no lo sé, a ciencia cierta; lo que si resulta ser evidente, desde mi punto de vista, es que esta historia siempre termina por repetirse cada “x” tiempo.
“Tiempos Modernos” es considerado como un ejemplo del cine de crítica social. Charlie Chaplin, logró crear un personaje kafkiano, por naturaleza, aunque cargado de esa ironía que te ayuda a sobrellevarlo todo y a sobrevivir en un mundo adverso y desfavorable - todo un producto de la alienación humana, un ser sumamente sensible ante cualquier tipo de injusticia cometida por y para la sociedad moderna: Charlot - todo un antihéroe social, convertido en metáfora del escape cotidiano hacia el optimismo.
“Tiempos Modernos” resultó ser un film que consiguió desafiar a los sectores más puritanos y clasistas de la sociedad americana, los cuales se sintieron tan sumamente ofendidos e irritados que, ya por aquel entonces, empezaron a “tomarle la matrícula” a Chaplin.
En 1940, Chaplin sacó, a la gran pantalla, “El Gran Dictador”: una crítica contra todas las dictaduras y fascismos. Dicha parodia de Adolf Hitler y Benito Mussolini cosechó gran cantidad de críticas, por parte de la opinión pública, al no haber sido entendido el mensaje pacifista de Chaplin. Poco a poco, fue ganándose un puesto de honor en las listas negras del Mccarthismo; y, en plena “caza de brujas,” el Comité de Actividades Antiestadounidenses lo acusaría de ejercer “supuestas actividades antiamericanas.”
Sus ideas progresistas y una falsa acusación de una antigua ex, lograron que en 1947 comenzase su proceso de deportación. En 1952 emigración lo deportó, junto a toda su familia, bajo las acusaciones de “pertenecer al Partido Comunista, así como de graves delitos contra la moralidad y de formular declaraciones que demuestran una actitud hostil y de menosprecio hacia el país gracias a cuya hospitalidad se ha enriquecido.”
En 1971 le fue otorgado el Óscar Honorífico y se le permitió regresar a los Estados Unidos de América. Durante la gala de los oscares, Chaplin – todo un genio del cine mudo, se dirigía al público estadounidense, con su distintivo ingenio y elegante mordacidad, al decir: “las palabras parecen tan insignificantes, tan inútiles. Sólo puedo decir que... gracias por el honor de ser invitado aquí, y... oh son gente maravillosa y dulce, gracias.” Nunca jamás volvería a residir en los Estados Unidos de América, por decisión propia.