Thursday, October 23, 2008

NO TUVE TIEMPO

Llorar tan amargamente
como si el velo negro que cubriese mi maldito mundo
se fuera a resquebrajar transversalmente,
como si todo lo que soy no valiese nada,
no puede ser el alivio esperado...
- cuando la reiteración
se apodera, cada día mas,
de mi ser.

No puede ser que el recuerdo
me atormente una y otra vez
cada vez que vuelva a ver tu cuello,
dibujado en mi retina:
tu debilitada, indefensa y vetusta
garganta, blanca como la nieve,
tersa, marcando todo un recorrido
agobiado por los malos tratos de la vida...
de tu vida y de la nuestra,
la cual nunca podías evitar cubrir con tu manto
de consuelo, esperanza y caridad...

Sabia, esa noche amarga, que ese momento
me perseguiría como el alma en pena
persigue a su pareja, sin éxito alguno,
pues su otra mitad yace consumida,
en la ceniza y el humo etéreo.

Ahora, me doy cuenta que nadie es impune
a la sentencia:
hoy se que mi castigo no ha caído en el olvido:
ciertamente, nada que sucede, se queda impune,
¡todo se paga!
Y ese impune tormento,
al extender mi mano,
pidiendo perdón,
obtiene por respuesta: la noche,
el destierro,
y un espacio gélido
que contrasta con mis esquinas
- enmarcando la esperanza efímera,
que la angustia y el recuerdo revitalizan,
torturándome: llevando a cuestas mi sentencia
de ese querer y ya nunca más poder.

Todos terminamos guardando una cruz, en el armario,
la cual nos dobla las rodillas,
y nos hace penar profundamente en nuestra soledad...
la razón: haber nacido;
el tercer grado por castigo;
es lícita la condena
cuando se elude el amor, con hastío.

Me lo merezco,
al final de todo, me lo merezco:
al haber pecado de ingenuo,
por haber renunciado a retribuir un amor
sin frenos.

Fuiste, un manantial que radiaba
cariño, ternura, a raudales,
sin impurezas ni edulcorantes,
con la fuerza de un obús...

Lo conseguí, en parte...
pero tu nunca creíste
mi indiferencia,
rebeldía y ozquedad.

Hoy te lloro amargamente,
sin consuelo posible...

¡Hay que ver como es esta vida!
El desamor que un día machacaba,
aun queriendo sin querer querer,
hoy acecha y tortura, hasta la saciedad,
como si de un boomerang se tratase.

Lo siento, lo siento, lo siento...
Aunque, me temo que ese día,
en el que ni las palabras dichas con sentido,
ni los sentimientos valen, ha llegado:
hoy acepto mi sentencia...
pero quería que supieses, en donde estés,
que te sigo queriendo,
aunque, en su momento haya obviado decírtelo
con aplomo y determinación...
y es que, te quería hasta el tuétano,
sin saberlo:
es ese realmente mi pecado,
te quería demasiado,
mas de lo que me imaginaba,
y no fuí capaz de dártelo a entender,
cuando más lo necesitabas.

Te quería, ¡si!
y te seguiré queriendo
como alma en pena, buscándote, en silencio,
vagando por esa eternidad
que, por momentos, parece brindarme el consuelo,
para luego ofrecerme la cruda realidad,
envuelta en una hoja de otoño marchita.

Ya la reconciliación es imposible,
por falta de tiempo...
se nos ha escurrido entre las manos,
tomándome por sorpresa,
a traición, por mi descuido,
y estupidez.

Este invierno nuclear
que llevo por dentro,
me consume cada día más,
sin tu perdón, sin compasión:
el delirio exponencial de la incertidumbre
y del espacio de la nada se hace eterno,
insostenible,
imprevisible, insospechado.

Ahora lo que más me duele,
como punzón de aguja
traspasando, de lado a lado, el corazón,
es que resulta ser demasiado tarde;
esta vez, no hay pan para el hambriento,
ni consuelo para este sediento:
yo soy el alma en pena,
muriendo en un continuo llanto interno,
de esa madrugada sin aliento.

Te quiero, Nena,
y ese día que te fuístes, para nunca más volver,
no tuve tiempo...
tiempo, para decirte, lo mucho que te quiero,
para que entendieras que nunca te dejé de querer...
¡aún te sigo queriendo!